Unos científicos han visto que se puede hacer cerveza mucho más deprisa simplemente exponiendo las levaduras a ruido blanco. ¿Pero cómo funciona?
Fuente: Hipertextual
Hacer cerveza es un proceso largo. Desde que se obtiene la materia prima hasta que la bebida está lista para consumir, pueden pasar entre 2,5 y 8 semanas. Solo el tiempo de fermentación requiere varios días, a veces hasta una semana. Por eso, la industria cervecera busca continuamente formas de acortar los tiempos, para poder obtener más producto sin perder la calidad. El problema es que la fermentación es un proceso dependiente de levaduras y a ellas no se les puede meter prisa. ¿O sí?
Según un nuevo estudio publicado por científicos de la Universidad de Otago, la fermentación se puede acelerar con algo tan curioso como exponer a las levaduras a ruido blanco. El proceso puede acortarse alrededor de un día, con todos los beneficios que eso supone. Además, ni el aroma ni el sabor de la cerveza se verían afectados.

Esto permitiría hacer cerveza más rápido, por lo que, si se lleva a escala industrial, sería muy rentable para las cerveceras. De momento solo se ha hecho a escala de laboratorio, pero cabe esperar que sea extrapolable. Lo cierto es que puede parecer raro, pero si en Alemania le ponen música de Mozart a las bacterias para que descompongan mejor las sustancias de desecho en plantas de aguas residuales, no debería extrañarnos que a las levaduras cerveceras les vaya bien el ruido blanco.
¿Cómo aceleraron el proceso de hacer cerveza con ruido blanco?
La cerveza se elabora en parte gracias a la fermentación que realiza la levadura Saccharomyces cerevisiae. Es la parte de la elaboración de esta bebida más susceptible de poder acelerarse. ¿Pero cómo?
Los autores de este nuevo estudio pensaron que podría hacerse gracias a la energía procedente del ruido blanco. Utilizaron actuadores lineales. Un actuador es un dispositivo que utiliza energía, normalmente hidráulica, neumática o eléctrica para activar un proceso y automatizarlo. En este caso, se aprovechó la energía acústica, cuyas vibraciones ejercieron un efecto positivo sobre la levadura. Es, de hecho, algo parecido a lo que ocurre con las bacterias de la planta de aguas residuales alemana.
El experimento se realizó con una muestra de control. Se utilizaron dos muestras del jugo extraído de triturar la malta. Esta es la cebada germinada de forma controlada, específicamente para la elaboración de cerveza. Los azúcares de ese jugo son los que emplean las levaduras para obtener energía a través de la fermentación.
En esta ocasión, una de esas muestras se expuso a ruido blanco de 800 a 2.000 Hz, mientras que la otra se fermentó con normalidad. Así, se vio que la primera muestra mantuvo una mayor concentración de levaduras en suspensión. Además, experimentó una aceleración de su metabolismo, por lo que la fermentación se produjo más rápido a todos los niveles.
¿Puede haber más utilidades?
La cerveza derivada de esta pequeña muestra tenía un sabor y aroma comparables a los de la muestra que se procesó con normalidad. Por lo tanto, parece que así se puede hacer cerveza más rápido sin alterar sus propiedades. Es una gran ventaja, pero no la única, ya que los autores del estudio creen que podría aplicarse a la fermentación de otras bebidas, como el vino y ciertos licores.
Habrá que investigar más, también para observar si es rentable llevarlo a escala industrial. Si se pudiera, podría marcarse un antes y un después en la elaboración de cerveza. Y todo gracias a un poco de ruido blanco.