Sophie Tschannett elabora en Viena una cerveza inspirada en las leyes de varios países que impiden a las mujeres participar en la elaboración de esta bebida
Fuente: El Mundo
Hasta el año 2023, lo que hace Sophie Tschannett era ilegal en países como Argentina. El único delito que esta trabajadora social y artista austriaca habría cometido sería elaborar y vender cerveza. Y eso, según la Ley N° 11.317 del país sudamericano, estuvo prohibido hasta su derogación hace dos años.
Al igual que en Argentina, Sophie también infringiría normas en otros países, algo que hace conscientemente y con un objetivo: derribar el mito de que la cerveza es una bebida de hombres.
Ese es el principal leitmotiv de Muschicraft, el proyecto de Tschannett que nació en forma de pegatinas y camisetas y se transformó en lo que ella llama la “primera cerveza feminista”.
Mujeres y cerveza
La idea de crearla no llegó de inmediato, sino que se fraguó poco a poco a raíz de un problema laboral que tuvo una amiga de esta vienesa. “Me dijo que no le dejaban liderar ningún proyecto por ser mujer”, explica.
Sophie, que trabajaba con mujeres víctimas de violencia de género, buscaba un concepto para desarrollar varias ideas que tenía en torno al feminismo y el papel de la mujer en la sociedad. “Lo que me contó mi amiga me permitió llevarlo a cabo”, cuenta.

Los planes de su amiga para luchar contra esa discriminación le dieron el nombre al proyecto. “Tienes que usar tu muschikraft [muschi, forma vulgar de decir vulva en alemán; y kraft, poder]”, rememora sobre aquella conversación.
Creación
El primer paso fue crear el logo que ha acompañado al proyecto desde que nació. Un dibujo sencillo de una vagina. “Veía muchos símbolos fálicos, pero ninguno de una vulva”, explica sobre el proceso de creación.
Ese dibujo lo imprimió en pegatinas y camisetas que vendía por toda Europa a través de una cuenta de Instagram. “Parte de lo que recaudaba iba para las casas de acogida de mujeres en Austria”, explica. Algo que también hace con su cerveza.
Un año más tarde, hablando con su novio, decidieron cambiar la “k” de su nombre por una “c” (y cambiar el sentido de la palabra de fuerza en aleman a artesano en inglés) y dar un paso más en su proyecto. “Iniciamos una investigación sobre la cerveza porque todo alrededor de ella es masculino o pensado para el hombre”, cuenta.
“Está desfasado asociar cerveza con hombre y no con mujer”, añade. “No creo que viva para ver que ese cliché desaparezca, aunque la esperanza es lo último que se pierde”, reconoce.

Tras varias semanas consiguieron localizar una cervecera que les hiciera su bebida. “Fue difícil encontrarla, no creían en el potencial del proyecto o les daba miedo cómo podían reaccionar sus clientes habituales”, recuerda. “Temían perder clientes y traicionar su estilo o lema original: que elaborar y beber cerveza es cosa de hombres”, resume.
Producción
Finalmente, consiguió que una fábrica artesana en el distrito vienés de Ottakring elaborara su cerveza de estilo Pale Ale de elaboración artesana, “cuerpo ligero y sutilmente amarga”.
En 2025 la producción de ésta, y su versión sin alcohol, se hace en la cervecera austriaca de Burckners Erzbräu y en la berlinesa Vagabund, donde tienen un importante mercado. Ambas versiones están disponibles en Austria y Alemania.
El proyecto tuvo un empujón muy importante cuando en 2024 lanzó la campaña “La cerveza más ilegal del mundo”. En ella, la compañía Heimat TBWA, a través de trabajadoras en cerveceras y la propia Sophie, explicaba que había leyes, muchas todavía sin derogar, aunque sin aplicación práctica, que les impedían trabajar con alcohol, en turnos de noche en fábricas o manejar maquinaria pesada.
La lista de países era tan variada como Estados Unidos, Líbano, Sri Lanka, Rusia, Madagascar o Kuwait. “Así, hasta 50 países y con diferentes aspectos de la fabricación, distribución, consumo o venta de productos alcohólicos como la cerveza”, cuenta la web de la campaña.
Eso le ha permitido dedicarse a tiempo completo a la cervecera, vender en 2024 alrededor de “40.000 botellas” y lanzar una edición especial dedicada a Gisèle Pelicot y su icónica frase, que la vergüenza cambie de bando. “Ella es una gran inspiración y un modelo a seguir sobre cómo responder y actuar cuando se ha sido víctima de una violación o abuso”, comenta.
Sophie tuvo, además, que sortear otro obstáculo: la etiqueta. “Fue muy criticada, tanto por hombres como por mujeres”, reconoce. Pero para ella era innegociable: “Es una parte de nuestro cuerpo, el origen de todo”, comenta.
Todavía hoy recibe comentarios diciendo que no existe una cerveza con un pene dibujado. “Eso muestra que estas personas no entendieron el mensaje y la intención detrás de esta cerveza”, afirma. “No es sexualización. Se trata de destacar el hecho de que las mujeres aún están lejos de alcanzar la igualdad de género“, concluye.
Sin embargo, ese dibujo es la cara más visible de un proyecto que ya ha conseguido recaudar casi 15.000 euros para los refugios austriacos de mujeres y trasladar un mensaje de que la cerveza es algo más que una bebida

