Recientemente algunos investigadores han propuesto que la cerveza fue el motivador decisivo que impulsó la gran Revolución Neolítica.
Fuente: El Tiempo
Columna: Moisés Wasserman
Nuestra prehistoria está llena de interrogantes y no es de extrañar. Si la historia resulta tan difícil de definir y tan fácil de reescribir, no hay razón para que, con las pocas claves que nos dejó, la prehistoria sea más clara.
Cuando nuestro linaje se desarrolló en África (hace 300.000 años) había al menos cinco especies humanas. Por sus características físicas otras tenían mejor pronóstico de supervivencia, pero nosotros lo logramos.
Hay muchas teorías. A mí me gusta la que dice que sobrevivimos porque cultivamos la amistad y formamos buenos grupos de ayuda mutua.
Uno de los mayores cambios en la historia de nuestra especie fue la llamada ‘Revolución Neolítica’, cuando hace unos 10.000 años cambiamos nuestra vida de cazadores y recolectares nómadas por la más sedentaria del granjero agricultor.
Domesticamos plantas y animales para alimentarnos y los grupos humanos crecieron conformando aldeas de miles de habitantes.

El cambio
El cambio surgió en varios focos independientemente. En el Creciente Fértil (el Medio Oriente) se domesticaron hace más de 10.000 años el trigo, la cebada, las lentejas y las cabras; en China (ríos Yangtzé y Amarillo), hace 8.000 años, el arroz y el mijo; en Mesoamérica, hace más de 7.000 años, el maíz, el fríjol y la calabaza; en los Andes, hace unos 6.000 años, la papa, la quinoa y la yuca; en África, el sorgo y en Nueva Guinea el taro y el ñame.
Las evidencias arqueológicas muestran que la cestuvo acompañada de cambios religiosos. Aparecieron cultos relacionados con la fertilidad; se encuentran figuras femeninas con vientres y senos prominentes. Surgieron por todos lados animales sagrados y hay evidencia de ritos y sacrificios para garantizar lluvias, marcar estaciones y celebrar cosechas.
Algunos piensan que la causa de la gran revolución fue asegurar mejores niveles de alimentación, pero no es tan claro que ese fuera el motivo real.
Los arqueólogos han determinado que la alimentación de los nómadas cazadores no era peor; al contrario. Si bien a largo término una población de cazadores podría haber causado más y peores extinciones, esa no pudo haber sido una consideración para quienes vivían en el Neolítico.
La culinaria cambió muy seriamente y uno imagina que las razones para ese cambio debieron ser poderosas. El cambio de alimentación indujo con el tiempo cambios genéticos. Nos volvimos, por ejemplo, más tolerantes a la lactosa para poder consumir leche de los rebaños recientemente conformados.
No hay ámbito en el que la gente sea más conservadora que en su cocina. Todos sabemos que la verdadera buena comida era la que hacía la mamá, y solo competía la de la abuela. Entonces, algo en los nuevos productos debió ser extraordinariamente atractivo para que se impusieran.
La cerveza y la civilización
Recientemente algunos investigadores (entre ellos, las doctoras Jiajing Wang, del Dartmouth College, y Li Liu, de Stanford) han propuesto que la cerveza fue el motivador decisivo que impulsó la gran Revolución Neolítica (no se rían, es en serio).
Por su parte, en Egipto han encontrado cerámicas de hace 5.800 años con la forma ideal para una jarra cervecera, y contenían trazas de trigo y cebada.
También, en un lugar al norte de China, donde vivió la cultura Shangshan hace 9.000 años, encontraron vasijas que debieron contener un líquido fermentado de arroz y flores aromáticas.
En Israel, en la cueva Raquefet, encontraron unos morteros de piedra que datan de entre 11.700 y 13.700 años, que parecen haber servido para moler trigo y especias y para preparar un líquido espeso, fermentado y dulce.
Esas antropólogas nos están llevando a la conclusión de que la civilización comenzó porque a la gente, genéticamente amigable, le encantaba tomarse una cerveza con las amistades. De ser así, la prehistoria gana puntos.

